Dicen que en la lejanía es más fácil descubrir aquello que nos rodea, lo que nos habita y nos perturba. Es a través de la distancia donde el tiempo toma otro ritmo, el horizonte entra en rotación y la velocidad en mutación.
Es allí donde mi yo más intrínseco me indaga y me cuestiona.
Apartarse de todos para acercarse a uno mismo, esa es la cuestión. Encontrarse sin miedo a perderse. Descansar de la rutina, de la monotonía de la vida, de la propia concienca que cada tanto asfixia.
Es ahí donde me convierto en transeúnte de mi propio viaje. Para atravesar médanos, enterrar heridas, destapar ilusiones. Dejando atrás lo que no pudo ser. Traspasando nuevos amaneceres, cargados de promesas, de enigmas y ensueños.
Viajar a través de utopías que fui construyendo en mi camino. Viajar hacia futuros no realizados que hoy son simples ramas secas del pasado. Sumergirse en otros escenarios, para entender que cada contexto encierra una historia, cada paisaje contiene distintas perspectivas, cada realidad refleja su verdad...
Dicen que viajando se fortalece el corazón...
No tengo dudas de eso.
