Transito un receso, una suspensión,
o quizás un instante para estar conmigo,
para perderme en mis pensamientos
y encontrarme con el ser que habito.
Deambulo detenida dentro de mi traslación;
no estancada ni paralizada
sino más bien suspendida en tiempo y espacio,
en un estado de pasajera en tránsito.
En mi andar emergen desafíos
que se traducen en nuevas oportunidades,
y son los caminos de mi laberinto
los que me guían hacia donde quiero ir.
Y es el saber que pronto me iré
lo que me hace disfrutar de estar aquí.
Mi cuerpo estático merodea en silencio,
en la soledad de las ausencias.
Mi mente un torbellino atolondrado
que no quiere descansar,
que no para de gritar.
Ambos conviven dentro de mí,
en la quietud de mis pasos,
en las presiones de mis días.
Los pies no se cansan de bailar
al compás de las agujas del reloj,
escuchando el latir de un corazón
que solo quiere despegar.
Momento de búsqueda y encuentros,
de aciertos y desvaríos.
No apurarse y no asustarme.
Asumir decisiones, soltarse y soltarme.
Equivocarse sin miedo.
Tomar riesgos, arriesgarme.
Darle tiempo a los procesos…